14/10/07

"Políticos y jueces no se han entendido para recuperar la memoria"


Exhumaciones. El forense ha abierto medio centenar de fosas y considera que la justicia debe implicarse en reparar injusticias.

Un lapicero de grafito es el objeto que con más frecuencia ha encontrado Francisco Etxeberría, profesor de Medicina Forense en la Universidad del País Vasco, en el más de medio centenar de fosas de la represión franquista en cuya exhumación ha participado. Los muertos lo guardaban para escribir, y ese mismo lapicero, cree Etxeberría, es el que hay que utilizar ahora para “expresar su vida”. “Hay que escribir por eso”, asegura. Su trabajo comenzó hace siete años, en una fosa de Priaranza del Bierzo, en León.

¿Cómo ha seguido los debates sobre la ley de memoria histórica?, ¿cómo la ve?

Me puedo expresar en el apartado de las exhumaciones, que se refiere sólo a una parte de la memoria histórica. En cuanto a la ley, me parece bueno que haya una norma que regule lo que estamos haciendo. Nos permitirá superar la alegalidad en la que nos movemos desde 2000, desde que empezamos. Al mismo tiempo el texto dice que se deben implicar las instituciones, y, entre ellas la administración de justicia. La palabra clave es tutela judicial.

A qué se refiere exactamente con tutela judicial?

Nosotros somos técnicos que aportamos nuestra habilidad para el conocimiento de la verdad. Yo puedo tener la verdad científica en mi laboratorio pero tengo que tener traducción. Es decir, con cualquier víctima se tienen que resolver tres cuestiones. El conocimiento de la verdad, la administración de justicia y la reparación. Verdad, justicia y reparación son universales y se tienen que aplicar a todo tiempo y lugar. Hay que aspirar a esto con las víctimas del Franquismo. Así, esa misma tutela que existe en el proceso penal y que da garantías de que ese proceso se ha hecho bien se tendría que poner en marcha a partir de la ley. Hasta ahora, hemos hecho lo que hemos podido, y si esa tutela judicial alcanza también a las familias, que pudieran ir directamente al juzgado e iniciar el proceso, nos daría mayor comodidad en las tareas científicas. E incluso el nivel de exigencia sería mayor.

Por qué dice eso? ¿Se hacen o se han hecho exhumaciones con poco rigor?

No, todo está bien, pero hemos tenido problemas de coordinación en ocasiones. Pero irá cada vez mejor. Y con nuestras exhumaciones hemos desencadenado la ola que nos ha llevado al punto en el que estamos ahora.

La norma que se debate en Madrid no recoge financiación para la exhumación de cadáveres. ¿Es necesaria?

No sé cómo puede quedar, pero no es un problema de dinero. Lo que se necesita es amparo institucional, que es mucho más grandioso que andar repartiendo dinero. Que un pleno de un ayuntamiento reconozca con nombres y apellidos a los represaliados cuesta exactamente cero euros.Me refiero a su trabajo, usted ha trabajado en Chile y allí el Gobierno sí financia los trabajos de exhumación. Por supuesto, pero en España existen los medios económicos y técnicos para acometer el trabajo sin que represente ningún problema.

¿Cuál es entonces la diferencia entre el proceso iniciado en Chile y el de España?

La diferencia está en que en Chile tanto el aparato político como el judicial caminan por la misma vía. Son dos raíles de una vía sobre la que circula el tren. Sin embargo, en España el raíl político y el judicial no se han entendido. No se ha tomado esa decisión desde el Gobierno, ni ha habido jueces que hayan puesto directamente el proceso en marcha. Aquí hay una parte de la sociedad que no quiere que intervenga la justicia con todas las consecuencias, lo que implicaría la revisión de sentencias. En Chile, la vía judicial está funcionando, se imputa a policías como si el crimen se hubiera cometido hoy. Con nuestra ley se quiere saltar del pilar de la verdad al de la reparación y elude tocar el pilar de la justicia.

¿Tiene entonces dudas de que la ley vaya a funcionar?

Ésa es una duda. Cuando se ha querido llegar a la reparación saltándose los estadios de verdad o justicia al final no se satisface a nadie.

La derecha no ha querido saber nada de esta norma, ¿ve razonable su actitud?

La derecha ha pasado de una cierta indiferencia a cierta agresividad en contra. Debería haberse quedado indiferente. Es tal el tono que si yo me creo la parte de miedo, sería tanto como reconocer que nuestra democracia no está madura.

¿Quién se puede molestar porque, por primera vez, se ponga el nombre de las víctimas en sus tumbas?

A los represaliados y a sus familiares nadie les ha dicho una palabra en 70 años. Hemos hecho exhumaciones en una fortificación militar y las autoridades nos facilitaron un croquis que detallaba la situación de los muertos. Y no se ha hundido España. Ha venido gente de todas partes y hemos hecho la tarea. Si no pasa nada.¿A quién achaca esa dejadez?Es muy fácil criticar ahora al Gobierno, pero yo me pregunto dónde están los alcaldes y concejales y la sociedad en general, cada uno de nosotros. No hemos sido capaces de diseñar una estrategia. Se podía haber hecho más de lo que se ha hecho.


¿Tiene usted familiares represaliados?

La mitad de mi familia fue represaliada y la otra mitad, no. La guerra es un desastre, pero la dictadura fue peor. Que tras la guerra viniera la dictadura fue peor. Es hora de reconocer que aquello fue una desgracia. Su trabajo se basa en el ADN, pero para identificar una persona es necesario cotejarlo con sus descendientes, lo que no siempre es posible.
Ése es un recurso forense bien desarrollado. Pero en nuestro trabajo hay cuatro fases. Primero, hay que recabar testimonios orales, luego hay que recurrir a fuentes documentales. Después, viene la fase de campo, la exhumación y luego el laboratorio. Todo tiene que estar unido.

Pero siempre habrá un número de personas sin identificar. O bien porque los descendientes no han reclamado o bien porque muchas de las fosas ya han sido abiertas o se ha construido encima. Nuestro trabajo sirve hasta donde sirve, que nadie piense que se llegará al 100%. Hay incluso fosas donde el ADN se ha disgregado y no es posible la identificación. En una fosa en el norte de España sólo se recuperó una dentadura y una suela de zapato. Así es imposible.

Guarda memoria de cuántos cuerpos ha recuperado y cuántos ha logrado identificar?

Se han recuperado más de 1.000 esqueletos. Yo he intervenido en unas 50 exhumaciones desde la primera en 2000 y la mayoría de los restos han sido identificados.

Qué le parece la actitud de la familia de Federico García Lorca, que no quiere recuperar los restos del poeta?

Les puedo entender, porque su memoria está suficientemente dignificada. Lorca es un símbolo universal. Hay que recordar a las víctimas olvidadas. Todo tiene un valor simbólico. Siempre. En una fosa había siete muertos y una mujer me dijo: "No sé quién es mi padre de los siete, pero los siento a los siete como si fueran mi padre, porque todos ellos tuvieron el mismo destino".

RAÚL BOCANEGRA - SEVILLA Público.com

Foto: Francisco Etxeberría es profesor de Medicina Forense en la Universidad del país Vasco. PÚBLICO

Un cura sin lápida ni flores


El párroco de Loscorrales vivió pacíficamente con la II República, tres falangistas lo mataron.

José Pascual Duaso, párroco de Loscorrales, en Huesca, no tuvo una lápida en su tumba hasta mediados de los años 50. Nadie se atrevió a colocarla para evitar remover una de las páginas menos conocidas de la otra cara de la Iglesia durante la Guerra Civil. La que murió bajo las balas del bando sublevado.

José Pascual había nacido en Torla, Huesca, en 1880 "en el seno de una familia de izquierdas, republicana y socialista de escasos recursos económicos", según cuenta Víctor Pardo, periodista, escritor, y la persona que mejor ha investigado la historia de este asesinato.

No queda más testimonio que el que Víctor recogió entre los familiares del cura. De la memoria de Pascual Duaso apenas hay una sombra en el pequeño pueblo oscense de Loscorrales, que ronda el centenar de vecinos.

Nadie pone ya flores en su tumba, recuerdan allí. El mismo olvido pesa sobre la tumba de su presunto asesino, un falangista de pasado republicano que pasó dos años encarcelado por este motivo y quedó en libertad sin cargos en 1942.

La leyenda que rodea al párroco de Loscorrales dice que lo asesinaron por comunista, por compartir la leche de sus vacas con los vecinos del pueblo sin distinguir filiación política. La realidad es más compleja, y en su asesinato influyen tanto las razones políticas como las rencillas personales.

Un hombre de ley

José Pascual Duaso fue asesinado el 22 de diciembre de 1936 en su propia casa, tenía 56 años. El cura de Loscorrales era el único que recibía prensa periódicamente. Su radio era también la única del pueblo. Sonaba en la ventana cuando había algún acontecimiento importante, explica su sobrino Antonio Pascual, en el recuerdo que recoge Víctor Pardo. El cura "era de izquierdas y no lo ocultaba", admite.

Otro de sus sobrinos, Eusebio Pascual, también fallecido, no se mostraba tan tajante: "No tenía nada de republicano ni de fascista. Era un hombre decente, un verdadero cura que practicaba la religión de Cristo. Tenía dos vacas y regalaba la leche, montó una escuela nocturna para enseñar a leer y escribir a la gente, que estaba todo el día en el campo y era analfabeta (...) Era un hombre que se comportaba como republicano, pero era monárquico, incluso votó a Gil Robles. En realidad no era nada, sólo un hombre de ley", concluye Eusebio, que vivió exiliado en Buenos Aires.

El cura Duaso era un hombre respetado que no se acomodó al orden impuesto por la Falange en Loscorrales. Los falangistas pidieron al obispo el traslado del párroco. El prelado no hizo nada y el acoso continuó.
A las razones políticas se unían motivos personales Una lista amañada contra el cura fue la trampa que le valió la muerte. Tres falangistas le dispararon cuando iban a detenerlo en su casa.

Muerto "por arma de fuego"

Sus asesinos argumentaron que fue en defensa propia. Dos testigos, un sobrino y su casera, explicaron que fue asesinado a sangre fría. No se esclarecieron las circunstancias. En su acta de defunción, inscrita con el número 125 del folio 32 en el registro de la parroquia de Loscorrales, se lee: "D. José Pascual Duaso murió el 22 de diciembre de 1936 a las veintiuna horas a consecuencia de heridas sufridas por arma de fuego.

Natural de Torla, de 56 años, hijo de Antonio y María, estado eclesiástico. Santos sacramentos, no ha podido recibirlos. Sepultado en Loscorrales el 24 de diciembre de 1936. Firma, Antonio Coarasa, Arcipreste".

Foto: Imágenes del archivo familiar de José Pascual tomadas por él mismo y cedidas por Víctor Pardo Lancina.

MIGUEL ÁNGEL MARFULL - Madrid. Publico.com

5/10/07

Los obispos quieren llenar el Vaticano para reivindicar su visión de la Guerra Civil


La Iglesia prevé reunir hasta un millón de fieles en la beatificación de 498 mártires de la República.

Los obispos han decidido medir en el corazón del Vaticano la fuerza del catolicismo español con la presentación, rodeados de multitudes, de su particular memoria histórica de la Guerra Civil. Ayer desvelaron sus intenciones en un comunicado de la Conferencia Episcopal: la masiva beatificación de 498 nuevos mártires, el próximo día 28, se celebrará en la plaza de San Pedro, el centro de la Cristiandad. Hace dos meses sus previsiones eran hacerlo en la basílica de San Pablo Extramuros ante 25.000 fieles. Ahora aspiran a convocar a cientos de miles de personas, incluso a más de un millón. El portavoz episcopal, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino, presenta hoy en Roma sus ambiciosas intenciones.

España es la nación martirial por excelencia, según la jerarquía católica. Los obispos actuales de esa Iglesia aseguran que la mayor persecución religiosa de su historia ocurrió durante los años de la Segunda República (1931-1936), que ellos ayudaron a derribar apoyando un golpe de Estado militar y participando más tarde en la terrible Guerra Civil y en la larga dictadura posterior. Con unas 10.000 propuestas de beatificación, los prelados españoles acaparan el catálogo de todos los posibles mártires del siglo XX, 12.692 según Roma.

Las 498 personas que serán beatificadas ahora constituyen casi la misma cantidad que todas las víctimas de aquella guerra beatificadas hasta hoy, 468. Pertenecían a 37 causas y alcanzaron el honor de los altares en 11 ceremonias oficiadas por Juan Pablo II. Los primeros beatificados fueron tres carmelitas descalzas de Guadalajara, en marzo de 1987. Pero hay también santos, el estadio superior al de beato.

Los primeros canonizados fueron nueve frailes salesianos, ocho de Turón (Asturias), "víctimas de la persecución religiosa que tuvo lugar durante la Revolución de Octubre de 1934 y el otro martirizado en Tarragona el 28 de julio de 1937, más un sacerdote pasionista, mártir también en 1934", informa la Conferencia Episcopal. Fueron santificados en 1999.

Los obispos han logrado que la beatificación de los nuevos mártires se celebre en la imponente plaza vaticana de San Pedro. Lo anunció ayer la Secretaría de Estado de la Santa Sede. "Su Santidad ha comunicado que la Santa Misa con la ceremonia de beatificación de 498 mártires del siglo XX en España tendrá lugar en la plaza de San Pedro de Roma, a las 10.00 horas del domingo 28 de octubre", dice la nota remitida a la Conferencia Episcopal. La misa será presidida por el cardenal José Saraiva, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Benedicto XVI estará presente y pronunciará ese día o el anterior un mensaje a los peregrinos.

Entre los beatificados hay dos obispos (de Cuenca y Ciudad Real), 24 curas, 462 religiosos (frailes y monjas), un diácono, un subdiácono, un seminarista y siete laicos. Cinco nacieron fuera de España: dos salesianos en Francia, un dominico y un carmelita en México y un agustino en Cuba. Sobre la base de 495 (porque de tres se desconoce la fecha de nacimiento), el grupo dominante, 145 futuros beatos, contaba en el momento de su asesinato entre 20 y 30 años de edad (18 tenían entre 16 y 19 años).

Muchos eran aún estudiantes, como la mayoría de los agustinos del monasterio de El Escorial asesinados en Paracuellos del Jarama (Madrid), o varios de los maristas apresados en un barco en el puerto de Barcelona y sacrificados en el cementerio local. 489 de los próximos beatos murieron en 1936, siete fueron asesinados en 1937 y hay dos víctimas de lo que los obispos llaman "la persecución religiosa que tuvo lugar en octubre de 1934".

Los obispos tienen abiertas 46 nuevas causas para beatificar pronto, si Roma accede, a otras 863 personas. Pero reconocen que "obviamente no es posible que los miles y miles de fieles que fueron sacrificados en la persecución religiosa de los años treinta del siglo pasado lleguen al honor de los altares". "En muchos casos no llegaremos ni siquiera a conocer sus nombres", dice.

El portavoz de la Conferencia Episcopal está hoy en Roma para presentar, en el Pontificio Instituto Agustiniano, las nuevas beatificaciones, bajo el título El siglo de los mártires y la persecución religiosa en España (1934-1939). En el mismo acto intervendrán Andrea Riccardi, presidente de la Comunidad de San Egidio y autor del libro El siglo de los mártires, y el monseñor e historiador valenciano Vicente Cárcel Ortí.

JUAN G. BEDOYA - Madrid - 05/10/2007 El Pais.

3/10/07

Una maestra del 34



La sevillana Lola Velasco recuerda cómo aplicó en la escuela franquista los métodos pedagógicos que aprendió en la República.

La escuela de niñas de El Saucejo (Sevilla), donde nació Dolores Velasco Torres era, en 1920, un caserón desconchado en el que aquella niña de tres años comenzó su andadura escolar junto a otras cuarenta compañeras. Ella tenía suerte; su abuelo era el maestro... Uno de los 36 que la familia Velasco acumula en cuatro generaciones.

Hoy, a punto de cumplir 90 años, Dolores tiene voz y energía suficientes para explicar con asombrosa precisión sus recuerdos: "Tuve suerte, como digo; mi abuelo era el maestro... La escuela estaba en la calle del Horno, muy cerca de casa. Teníamos un perro que me acompañaba y me recibía luego, a las doce, a la salida, ladrando desde el balcón. ¡Me acuerdo muy bien de todo aquello!".

"Entonces no había recreo", continúa rememorando Dolores. "El edificio era muy viejo, blanco por dentro, y en las paredes había un crucifijo, un mapa mudo y una pizarra muy grande. Los asientos eran corridos; no existían los pupitres. En cada banco nos sentábamos cinco o seis niñas; Rosita, María, Asunción... ¿Sabe? Repetíamos sin descanso la tabla de multiplicar y cantábamos canciones populares. Estudiábamos las lecciones en alto".

A esta octogenaria, recién proclamada hija adoptiva y predilecta de Dos Hermanas (Sevilla), donde reside desde hace medio siglo, no se le escapa nada, una vez ha cogido la punta del hilo de la memoria. Recuerda con nitidez la escuela republicana que llegó unos años más tarde, "en la que se celebraba como un gran acontecimiento la Fiesta del Libro, o se organizaban recitales de poesía y concursos de redacción y de cuentos", dice. Y rememora con admiración y gratitud las enseñanzas que recibió de aquellos maestros, como su tío Antonio, discípulos de Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza. Ellos la enseñaron los métodos pedagógicos que Dolores no dejaría nunca de usar en sus 42 años de maestra bajo el régimen franquista. "Eran hombres sabios, adelantados a su tiempo. Aplicaban métodos pedagógicos innovadores y recababan la atención del alumno con continuas preguntas. A partir de una palabra, cualquiera podía mantener en la clase un debate toda una mañana". Experiencias pedagógicas de hace 75 años. "Mi tío Antonio invitaba a los alumnos a traer todo tipo de plantas a clase... Y a partir de ahí estudiaban botánica, biología. En cada dictado se desmenuzaba la frase; y cualquier circunstancia era buena para explicar una regla de ortografía o provocar el análisis y la reflexión".

Lola transitó sin sobresaltos por la escuela republicana hasta acabar en 1934, con resultados notables, la carrera de Magisterio. "Estudiábamos de todo; teníamos 35 asignaturas por curso". Un año después empezó a preparar las oposiciones y se examinó el 11 de julio de 1936; siete días después estalló la Guerra Civil. "¡Adiós Magisterio!", balbucea apenada, mientras traga saliva y alarga los brazos, como intentando recuperar aquellos exámenes de los que hasta muchos años después no sabría el resultado (¡el número cuatro de su promoción!). Los papeles con sus notas quedaron arrumbados en el sótano de la Escuela Normal.

Pero Lola no se arredró y, tras mil peripecias y el paso injusto y cruel por la cárcel, impartió clases particulares, hasta que, finalmente, y tras verse obligada a estudiar Religión, Historia Sagrada y Moral, pudo examinarse de nuevo y, ya sí, obtuvo la plaza de maestra.

Lola no olvidó nunca lo que aprendió como alumna de la escuela republicana; métodos que aplicó luego, cada día: "El respeto al alumnado, el convencimiento de que cada niño y niña tiene algo bueno que puede potenciarse. Intentar mejorar siempre su autoestima, hacerles crecer", resume.

La motivación del alumnado con preguntas constantes para que no se distraigan, el esfuerzo para despertar su curiosidad, el argumento imposible para centrar la atención de la clase... La dedicación específica e individual siempre que se pueda: "Siempre que me ha sido posible le he puesto a cada alumno un problema... Como hacía mi tío Antonio, del que aprendí muchísimo", recuerda. Pero también, "como se llaman hoy, las actividades complementarias" han ocupado un tiempo importante en la actividad docente de Lola Velasco. A ella le gustó mucho pintar, bordar, coser... Y así se lo ha hecho saber a los miles de alumnos que han pasado por sus manos; a todos les invitaba a aficionarse "con algo". "Porque el tiempo no admite tregua". "Hay que hacer cosas, sea como sea", insiste, recordando a aquellas maestras y maestros de la República que vivían para la escuela.

JOAQUÍN MAYORDOMO - Sevilla - 17/04/2006 El Pais.

Fotografía: Dolores Velasco
de GARCÍA CORDERO - 17/04/2006

Las enseñanzas de la República



La reforma de la educación fue la clave de los profundos cambios que inició la España de 1931.

Una escuela pública, obligatoria, laica, mixta, inspirada en el ideal de la solidaridad humana, donde la actividad era el eje de la metodología. Así era la escuela de la II República española. De todas las reformas que se emprendieron a partir de abril de 1931, la estrella fue la de la enseñanza. "Sin ninguna duda, la mejor tarjeta de presentación de la República fue su proyecto educativo", asegura el catedrático de Historia de la Educación de la Universidad de Alcalá de Henares Antonio Molero. "Efectivamente, fue la piedra angular de todas las reformas: había que implantar un Estado democrático y se necesitaba un pueblo alfabetizado. Era el Estado educador", ratifica la doctora en Historia por la Universidad de Huelva Consuelo Domínguez. Tanto ella como Molero se han especializado en la enseñanza de la II República, un ambicioso proyecto que los maestros acogieron con entusiasmo.

El 14 de abril de 1931, la República encontró una España tan analfabeta, desnutrida y llena de piojos como ansiosa por aprender. Y los más ilustres escritores, poetas, pedagogos, se pusieron manos a la obra. De pueblo en pueblo, con la cultura ambulante.

A la espera de que se aprobara la Constitución, en diciembre, el Gobierno tomó, mediante decretos urgentes, las primeras medidas: se reconoció el Estado plural y las diferencias lingüísticas (se respeta la lengua materna de los alumnos) y al frente del Consejo de Instrucción Pública que haría caminar las reformas se nombró a Unamuno.

Se proyectó la creación paulatina de 27.000 escuelas, pero mientras, los ayuntamientos adecentaron salas donde educar a los niños. Y a los mayores. "Hubo incluso alguna escuelita en las salas de autopsia de los cementerios. Donde se podía". Entonces las maestras desempeñaron un papel primordial: enseñaban en sus casas con la subvención del ayuntamiento.

La República se propuso llenar las escuelas con los mejores maestros. Pero los docentes de la época tenían una formación casi tan exigua como su salario. Con Marcelino Domingo al frente del Ministerio de Instrucción Pública y Rodolfo Llopis de director general de Primera Enseñanza, se elaboró el "mejor Plan Profesional para los maestros que ha existido en nuestra historia", asegura Domínguez. Y prácticamente las mismas palabras usa Antonio Molero para defender esa idea. El sueldo miserable de aquellos voluntariosos maestros subió a 3.000 pesetas al tiempo que se organizaban para ellos cursos de reciclaje didáctico. En aquellas Semanas Pedagógicas recibían asesoramiento de los inspectores, para remozar su formación. La carrera de Magisterio, elevada a categoría universitaria, dignificó la figura del maestro. A los aspirantes se les exigió, desde entonces, tener completo el bachillerato antes de matricularse en las Escuelas Normales, donde se enseñaba pedagogía y había un último curso práctico pagado. "Se hizo del maestro la persona más culta, eran los intelectuales de los pueblos y, con toda la precariedad en que vivían, ejercieron de una forma digna", señala Consuelo Domínguez.

Con aquellas mimbres comenzó a tejerse un sistema educativo que puso el énfasis en el alumno, le hizo protagonista de las clases y de su formación. Los críos salían al campo para estudiar ciencias naturales, se trataron de sustituir los monótonos coros infantiles recitando lecciones de memoria por el debate participativo y pedagógico; los niños y las niñas se mezclaron en las mismas aulas, donde se educaban en igualdad, y se favoreció un tránsito sin sobresaltos desde el parvulario a la universidad. "Fue una escuela en la que se educó a los niños atendiendo a su capacidad, su actitud y su vocación, no a su situación económica. La educación pública recibió financiación para ello, y eso era algo que la escuela privada miró con recelo", recuerda Molero. "Todo tenía el aroma pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza, que fue el soporte intelectual en el que se apoyó la República. Aunque diseñó una escuela más laica".

Efectivamente, laica y unificada, dos palabras que se convirtieron en el terror de la clase conservadora. Aprobada la Constitución, al ministro Fernando de los Ríos le tocó lidiar con la reforma más drástica y conflictiva: la disolución de la Compañía de Jesús; a las órdenes religiosas se les prohibió impartir enseñanza mientras a los maestros se les "libera" de la obligación de dar doctrina religiosa en clase.

"Es una medida discutible en un régimen de libertades, pero lo cierto es que era constitucional", asegura Molero. "La España de la época quizá no estaba preparada para estos cambios", razona Domínguez. En todo caso, la política de sustitución de la escuela religiosa "fracasó, porque las órdenes religiosas pusieron los colegios en manos de seglares con los derechos civiles reconocidos. Tenían otro nombre, pero era lo mismo. De hecho, el número de centros privados era mayor en 1935 que en 1931". Unos colegios privados a los que se permitió fijar su ideario.

La llamada escuela unificada, tan criticada en las filas conservadoras, no se refería, asegura Molero, "a la cesión al Estado del monopolio educativo. Se trataba de una educación sin escalones, que permitiera un camino fluido y continuo desde unos niveles a otros".

En 1933 hay de nuevo elecciones. La mujer estrena el voto femenino y la derecha -la CEDA de Gil Robles- llega al poder. Los progresistas verán cómo se va destejiendo parte del sistema diseñado. "Ellos mismos se llamaron el bienio rectificador", recuerda Cristóbal García, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Huelva. Se frenó la financiación educativa y las medidas laicas, aunque no se derogaron, fueron escamoteadas.

"Aquel bienio dedicó su política docente a frenar, si no a liquidar, las medidas anteriores", critica Molero. Pero señala, "en justicia", dos iniciativas considerables de aquel periodo: "Un buen plan de bachillerato y una comisión para la reforma técnica de la escuela que no pudo dar sus frutos". Por entonces comenzó el baile de ministros de Instrucción: "16 hubo en el total de la República: imposible hacer políticas a medio plazo", lamenta Molero. Luego se sucedería el Frente Popular y después un golpe de Estado que resultó largamente nefasto para la educación.



Misiones Pedagógicas y Colonias Escolares

Antes que educar, la República se vio obligada a dar de comer a los niños. Incluso a vestirlos. Había cantinas y roperos escolares y cobraron fuerza las Colonias Escolares que ya antes había puesto en marcha Bartolomé Cossío. Los niños viajaban al mar o a la montaña. Hacían deporte, se divertían. Pero, sobre todo, comían. "En 15 días algunos ganaban hasta cuatro kilos de peso", dice la doctora en Historia Consuelo Domínguez, que ha estudiado con detalle este extremo.

Hubo medidas urgentes que no podían esperar y que se adoptaron a golpe de decreto, hasta que fue aprobada la Constitución. El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Huelva Cristóbal García ve en algunas de ellas un espíritu muy reformista: "Lo más revolucionario que puede hacerse, después de facilitar alimentación, fueron aquellas Misiones Pedagógicas" de cuyo patronato fue también presidente Cossío, y que todavía recuerdan los más viejos de los pueblos. En destartaladas camionetas llegaron a las aldeas perdidas bibliotecas itinerantes, proyecciones cinematográficas, teatro, museos ambulantes. El 70% de los hombres eran analfabetos; mucho más las mujeres. En aquellas Misiones Pedagógicas se embarcaron grandes poetas, afamados escritores y maestros con su corbata y maletín a los que los lugareños recogían en burro donde las camionetas ya no tenían acceso.

CARMEN MORÁN - Madrid - 17/04/2006

El Pais.

FOTOGRAFÍA: Una maestra y sus alumnas, en El Saucejo.

1/10/07

La fiscalía pide un año de cárcel para un joven que izó una bandera republicana en un edificio público.




La fiscalía pide un año de cárcel para un joven que izó una bandera republicana en un edificio público.
Habría incurrido en los delitos de injurias a España y desorden público.

EFE - Madrid - 01/10/2007 19:34


El joven que escaló la fachada de un edificio público de Madrid y retiró la bandera de España para izar la republicana se enfrenta este jueves a una petición del fiscal de un año de cárcel, además del pago de una multa de 4.000 euros por los delitos de injurias a España y desórdenes públicos.

El juicio, según ha explicado el acusado, Jaume D'Urgell, se celebrará a las 11:30 en los juzgados de lo penal de Madrid, a cuyas puertas se ha convocado una concentración de solidaridad con el joven por parte de la Coordinadora de Organizaciones Republicanas de Madrid.

D'Urgell, acompañado por representantes de la Coordinadora de Organizaciones Republicanas de Madrid, ha ofrecido una rueda de prensa frente al Ateneo para denunciar "la escalada en la persecución de periodistas, medios de comunicación y personas que manifiestan sus ideas republicanas".

Durante una manifestación por una vivienda digna

Los actos por los que D'Urgell está procesado tuvieron lugar el 14 de mayo del año pasado durante una manifestación para reivindicar el derecho a una vivienda digna y un empleo de calidad.

El acusado, según su propio testimonio, escaló la fachada del edificio que alberga los Juzgados de lo Contencioso Administrativo, en la calle Gran Vía, para arriar la enseña nacional e izar, en su lugar, la republicana.